¿Sabes cuál es la diferencia entre Redundancia y Resiliencia en Redes industriales?

¿Sabes cuál es la diferencia entre Redundancia y Resiliencia en Redes industriales?

Muchos ingenieros en la industria utilizan mal estas palabras. Parece que en el área de redes industriales, tanto Ingenieros como Técnicos, incluso Gerentes confunden estos términos al grado de prácticamente considerarlos sinónimos. 

Esto ha ocasionado que se soliciten servicios que no son precisos o incluso que no son posibles, todo debido a la falta de claridad en los términos utilizados.

En cada proyecto de una red Industrial es importante que todo el personal involucrado tenga muy clara la diferencia entre estos dos términos: desde los ingenieros de Automatización, Control de calidad, los de Procesos, Mantenimiento, líderes de proyecto hasta los de Finanzas y los encargados de evaluar costos. 


Contenido de este artículo de blog:
Diferencia entre Redundancia y Resiliencia
Las consecuencias de una pequeña confusión

 

Diferencia entre Redundancia y Resiliencia

Podemos empezar definiendo estos términos como:

Redundancia: Repetición de elementos.

Resiliencia: Capacidad de un sistema para recuperar su estado inicial.

Aplicados a las Redes Industriales estos términos siguen conservando estas definiciones tan simples. Para entenderlos mejor, utilicemos un ejemplo de la vida cotidiana: 

Imagina que para ir a tu trabajo necesitas un coche y sabes que además cuentas con el de tu esposa que no usa tan seguido. Contar con dos coches en caso de que uno falle es lo que llamamos Redundancia.

Ahora imagina que por la mañana sales con tu coche, el cual tiene una llanta ponchada pero te das cuenta rápidamente al doblar la esquina cuando sales de tu casa. El corto tiempo que te llevó darte cuenta y regresar a tomar el otro coche disponible, lo podríamos llamar Resiliencia, el tiempo que te llevó detectar y ejecutar una acción correctiva. 

En este ejemplo quizá tu coche cuenta con sensores en las llantas, pero hay quienes no tienen estos sistemas para determinar el problema y ejecutar acciones, es decir no cuentan con sistemas resilientes. Por lo que quizá tendrían que caminar más de 10 cuadras para regresar por el otro coche, perdiendo valioso tiempo y llegando tarde a su trabajo.

 

Las consecuencias de una pequeña confusión

Muchas industrias usan indistintamente estos términos, lo que ha ocasionado la implementación de servicios equivocados. En una empresa, durante las pláticas de un nuevo servicio que iba a implementarse, el personal de sistemas del cliente solicitó “un segundo enlace de Resiliencia”, pero esto realmente no existe. Lo que en realidad necesitaban era una Redundancia.

Aunque podría pensarse que no hay mayor problema en esta “pequeña confusión” y que sólo es cuestión de:

A) Entender al cliente y decirle: “Lo que usted necesita en realidad es una Redundancia” y explicar la diferencia.

B) Brindarle el servicio que sabemos en realidad necesita, sin aclarar la confusión de términos.


El problema o controversia radica en que al no quedar claro el trabajo que realiza la Resiliencia una vez implementada la Redundancia, la consecuencia será que el cliente no será tolerante con las caídas que puedan presentarse en algún momento, ya que se supone que por eso tiene la Redundancia. 

En ello radica la importancia de aclarar que al tener Redundancia no necesariamente se tendrá Resiliencia.

 

Un ejemplo aplicable a redes Industriales donde existen procesos críticos es: 

Cuando se tiene dos enlaces de la misma capacidad activo/activo con una utilización mayor al 50% cada uno, lo único que se logra es Redundancia. 

En cambio, la Resiliencia se logra al tener dos enlaces con menos del 50% de utilización cada uno, así en caso de falla, uno solo será capaz de soportar toda la demanda de los servicios o aplicaciones, lo que cumple con el objetivo de la Resiliencia: regresar a su estado natural tras una falla. 

Pero muchas veces esta carencia es cuestión de finanzas y no de redes, ya que al saber que cuenta con dos enlaces, el cliente quiere saturar su capacidad para “desquitar” o “aprovechar” el costo del servicio, sin estar consciente de que al hacer esto perdería la resiliencia. 

Lo más importante es siempre tener claras las diferencias, entender cómo funcionan los servicios que se ofrece, aclarar las dudas, y sobre todo corregir durante la ejecución del proyecto en caso de errores. Si en cualquier momento escuchamos que alguien hace uso indistinto de estos dos términos, inmediatamente aclarar la confusión. 

 

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